martes, 9 de diciembre de 2008

EL CÓMPLICE



No necesitó abrir los ojos para saberse solo.
Sin reírse sonrió y entonces los abrió.
Ya no sangraba ni sentía dolor alguno.
Desde las sombras, alguien se le acercó
y lo liberó de su martirio.
Conversaron unos minutos en voz baja 
y luego se separaron.
Al otro día fue noticia en todos los diarios:
¨Robaron un cristo de su cruz¨.
Todas las sospechas cayeron sobre el sacristán,
pero por falta de pruebas no pudieron inculparlo.
Dicen en la iglesia,
que se salvó de milagro.

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