Ese sábado, quién sabe por qué razón,
tomó entre sus dedos un trozo curvo y casi filoso
y se lo llevó a la nariz.
Acto seguido soltó la tijera y sin mediar palabras mató su mujer.
Quién sabe qué extraños efluvios emanaron de esa medialuna
rancia y amarillenta que lo hicieron actuar así,
pero la cosa es que Juan asesinó a su mujer y luego siguió cortándose las uñas como si nada.
Tres días después la casa apestaba.
Juan, sentado en un taburete se olió los pies,
y como salido de un sueño se acordó de su esposa y se dirigió al dormitorio.
Sobre la cama, su mujer burbujeaba.
La observó unos minutos en silencio y luego hizo una llamada.
Cuando la policía llegó, lo encontró tijera en mano, cortándole las uñas de los pies al cadáver.
Sin darse vuelta, Juan les dijo a los milicos: ¨Parece mentira, hasta después de muertos siguen creciendo¨.

1 comentario:
Buenísimo.
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